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Colombianos en Plaza de Armas de la Casa de Nariño, asistiendo a evento del Presidente Gustavo PetroFeb. 14/23.-Esta Asamblea Popular que se ha congregado en las plazas públicas de Colombia es la primera ocasión donde, después de la posesión, nos reunimos con la multitud, con el pueblo en colectivo, con la población que se moviliza, para dar en cierta forma un balance, pero también un arranque de lo que significan los cambios en Colombia.

El ‘cambio’ no es posible sin el pueblo. No se eligió simplemente a una persona, a Petro en la Presidencia; lo que se hizo en la elección fue volver al pueblo Gobierno; fue volver al pueblo Poder y, eso, tiene que expresarse en la realidad histórica, en los días cotidianos, en la manera como pretendemos que puedan ser los cambios en este país.

 

(Le puede interesar: Socialización REFORMAS Educación, Salud, Pensión y Laboral, Petro Pte. Feb 14 del 23 )

(Le puede interesar: Desde Presidencia de Colombia, Diálogos Regionales Vinculantes)

El ‘cambio’ fue la palabra central de la campaña presidencial. El ‘cambio’ fue por lo cual votaron millones y millones de personas. Fue por lo que Colombia escogió a este Gobierno. No puede ser un cambio de mentiras, no puede ser un cambio de maquillaje. Sólo si el pueblo abandona a su Gobierno es que el cambio podría detenerse. El cambio será más y más profundo en la medida en que la mayoría de la sociedad nos acompañe. El cambio sólo es posible con el pueblo.

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Y esto de hablar de ‘cambio’ implica saber hacia dónde vamos. Implica definir qué significa dicho cambio. Implica darle contenidos a una palabra que puede ser usada por doquier. El ‘cambio’, en mi opinión, se está dando. En el mundo están pasando cosas, no podríamos dejar de mirar lo que pasa con la humanidad en el planeta para no entender lo que puede suceder y está sucediendo con la sociedad colombiana.

El mundo está en crisis. Esa es la realidad. No es una palabra que siempre se acompaña ante las tensiones políticas: la humanidad está en crisis y podríamos resumirla en la crisis climática, quizás.

Lo que nos dicen los científicos -lo repetí una y otra vez en las plazas públicas durante la campaña electoral-, es que podemos comenzar a vivir -si no hacemos nada-, los tiempos de la extinción de la humanidad. Tamaña noticia la que nos trae la ciencia: nunca antes la humanidad había estado al frente de su propia extinción y -qué paradoja- cuando más rica es la humanidad, cuando esta generación ha consumido más que cualquiera otra en el pasado, incluso podría sumar su consumo, la de varias generaciones hacia atrás en la tierra.

Qué paradoja que cuando la tecnología nos traía más y más aparatos, más y más innovaciones que se vendían en los supermercados, no desde la política, no desde la televisión, sino desde la ciencia, nos dicen que los cálculos, que las leyes, que la química de la atmósfera, que la realidad de algo que produjo la parte de la humanidad más rica -precisamente aquella que consume más-, nos trae la posibilidad de que nuestros hijos puedan vivir peor que nosotros y que nuestros nietos, peor que nuestros hijos.

Es como si la idea de progreso que nos acompañó durante todos estos siglos, que el transcurrir de los años nos traería automáticamente un mejor vivir, hoy se esfuma, hoy desaparece y tiene una explicación que más adelante trataré de argumentar.

Hoy estamos en los tiempos de la crisis climática y por eso hemos vivido los tiempos de la pandemia, del Covid. Por eso estamos viviendo los tiempos del hambre. No es solamente en nuestras tierras inundadas; es en toda la humanidad en donde ha aumentado el hambre precisamente en el momento en que más ricos nos sentíamos, en que más tecnología hay, en que el mercado más ahonda por todos los rincones del planeta.

Y como si fuera poco, también estamos en medio de la guerra. Crisis climática, Covid, guerra y hambre. Los ricos en Davos nos decían: a ello le llamamos la ‘poli-crisis’. Es la crisis de la humanidad, a eso llegamos precisamente porque nos habíamos inundado de mercancías y de negocios, porque creíamos que a través de esos negocios se podría llegar a la felicidad, al máximo del consumo, al bienestar social.

Y no fue así. Cuarenta años se han repetido esas frases a lo largo y ancho del planeta y la realidad que hoy recogemos es una de las peores situaciones de la humanidad en el mundo contemporáneo. La humanidad al borde de su propia extinción ¡Quién lo dijera!

Por eso se impone el ‘cambio’. No es Colombia ajena a esta circunstancia de la humanidad. Somos parte de ella. Co-participamos en estos cuarenta años de pensamiento, casi que único, que nos ha llevado a esta situación.

Estos meses en los que he gobernado no hemos sino llegado a lugares y sitios inundados. Un millón de damnificados. Gente con hambre, vías destruidas, pueblos anegados y el hambre. También en Colombia, el hambre, la violencia, la crisis climática y la enfermedad. No estamos aislados de la humanidad.

Las altas cordilleras de los Andes no nos protegen. No es cierto que seamos un mundo aparte; que nos soñemos mejor. Las circunstancias por las que va la humanidad son las mismas por las que va también Colombia.

Por eso es que en esa campaña electoral -y desde antes, porque este no es un esfuerzo de ahora, sino que son décadas de lucha de los pueblos-, hemos levantado la palabra ‘cambio’ para expresar la necesidad de cambiar de rumbo, no de pintar este rumbo de colores.

La necesidad de cambiar de rumbo con un objetivo y un por qué. Lo que nos ha traído hasta esta crisis humana es una ideología, es una manera de entender el mundo, las personas, los estados, las políticas, se llama neoliberalismo. Y es importante que sepamos en qué consiste esa ideología que se ha defendido por todos los medios de comunicación. En general, por buena parte del pensamiento humano y político de las últimas décadas, por prácticamente todos los gobiernos, por todos los gobiernos del mundo, pero también de Colombia.

Eso no es más que creer como en una fe religiosa, que el mundo de los negocios nos iba a llevar al mayor bienestar. Tiene teoría, tiene teoremas, tiene matemáticas para demostrarlo, matemáticas que simplemente legitiman una ideología que ha demostrado ser falsa.

Desde el año 1993 -incluso desde los artículos del capítulo transitorio de la Constitución Nacional-, se empezó a construir la idea de que en Colombia gobernaran con esos preceptos: que los negocios nos llevarían a todas y todos al mayor bienestar individual, familiar, comunitario y nacional.

A eso se le llama ‘neoliberalismo’, e igual que en el mundo, trajo al final no el bienestar como ya todos podemos ver, sino la guerra, el Covid, el hambre, la crisis climática que nos puede extinguir. En Colombia también nos trajo una realidad, nos volvimos profundamente desiguales, nos volvimos profundamente violentos, violencia y desigualdad y por tanto, pobreza y hambre, también se adueñaron del territorio nacional.

En estas décadas no conquistamos el bienestar como pueblo, sino que conquistamos, quizás, la posibilidad de la desintegración de la Nación. Hemos visto cómo se degrada la política en corrupción; cómo le quitan a los niños y a las niñas la comida que se compra con el dinero público; cómo se ensañan en las regiones de Colombia quitando a los ciudadanos los derechos fundamentales, cómo las juventudes que protestan se les ha llevado a la cárcel, se le ha disparado en los ojos…

Lo que hemos visto es cómo se ha degradado la democracia; cómo nos hemos acostumbrado a que el viejo y la vieja no tenga pensión y tenga que estar en el frío de la plaza vendiendo ‘BonIce’ o cualquier otra cosa para sobrevivir.

¿Cómo nos hemos acostumbrado a ser atendidos sin médicos y enfermeras, las señoras que quedan embarazadas en los territorios alejados de Colombia, incluso en los barrios pobres de las grandes ciudades? ¿Cómo nos hemos acostumbrado a que la desnutrición crezca, a que el 22 por ciento de nuestra niñez tenga anemia y nos parezca que ese resultado, sea el resultado de uno de los mejores modelos de salud en los medios de comunicación?

¿Cómo nos hemos acostumbrado a que niños y niñas fallezcan simplemente porque no hay agua potable, porque el agua potable es para algún sector de la sociedad colombiana que ha tenido la suerte de un buen servicio público, pero no para la totalidad de los ciudadanos y ciudadanas de Colombia?

Que el médico y la médica y la operación y la medicina están para una parte de la sociedad colombiana, pero no para la totalidad de ciudadanos y ciudadanas de este país. Que nos hemos acostumbrado a que la juventud pueda ingresar a una universidad, pero solo para una parte de esa juventud, porque la totalidad de los y las jóvenes no pueden en realidad entrar a la educación superior.

Que nos hemos acostumbrado a que podamos tener tres platos de comida al día, pero para una parte de la sociedad, porque no la totalidad de los colombianos y de las colombianas pueden tener hoy tres platos de comida al día.

Que nos hemos acostumbrado, cuando paseamos en nuestros vehículos particulares, a ver cómo en las carreteras pueden pasar los minutos, a veces las horas, mirando porciones del pasaje donde un solo color es el de las cercas, porque un solo propietario es el de la tierra y ese propietario no tiene allí ni una mata de yuca, ni una mata de maíz.

Que nos hemos acostumbrado, nos hemos acostumbrado, a que la política de Colombia tenga que asimilarse, a que se convierta, en una palabra sinónimo de corrupción, de toma mafiosa del Estado ¿Cuántas veces aquí, escoltado en los salones, en las piezas, en los lugares del Estado, no nos hemos encontrado, una y otra vez, la corrupción y la mafia que se adueña del poder?

Esa es la manera -entre el robo y la sangre, entre la guerra fratricida buscando conseguir dineros fáciles a través de la exportación de cocaína, a través de la degradación de la política y a través de la degradación de la dignidad de muchos seres humanos en nuestra Patria-, en la que hemos vivido en nuestro país.

La misma crisis que vive la humanidad, el fracaso de una ideología, el pensar que los negocios nos harían -cuando los hacen desde el Estado- una mejor sociedad. Y no es así. Hoy lo sabemos, hoy lo sabe la humanidad, y hoy lo sabe el pueblo colombiano.

Por eso la palabra ‘cambio’ se volvió tan importante en la vida política reciente. Por eso la palabra ‘cambio’ logró reunir a la mayoría de la sociedad colombiana en las urnas, en las calles. En las urnas no hubiéramos vencido si en las calles no hubiera salido la población, la juventud unos días antes.

Eso que llamamos el ‘estallido social’, esos jovencitos de los barrios populares, esas jovencitas que salieron a gritar que simplemente tenían derecho a vivir, son los verdaderos precursores de los cambios que hay que desatar en Colombia. Por eso tanta insidia contra ellos y ellas; por eso esa decisión absurda de tener a esa juventud encarcelada. Sueltan a sus asesinos, sueltan a los mafiosos, pero no sueltan a nuestra juventud. Les preocupa que se conviertan en gestores de la paz, quisieran mantenernos en los tiempos del odio, en los tiempos de la violencia fratricida, en los tiempos de la sin salida y la sin esperanza.

La palabra ‘cambio’, cambia eso. Es precisamente salir de la sin-salida para tener unas perspectivas hacia adelante. La definición de ‘por qué podemos salir de las sin-esperanza para pasar a la esperanza, a la ilusión’. Ilusión que no es posible si no hay acción.

Esto que yo llamo Neoliberalismo nos trajo hasta aquí. Nos engañó. Las fuerzas políticas, las mayorías electorales, durante estos años que han pasado giraron alrededor del mismo discurso retórico que no le traía bienestar a nuestra gente.

Hoy sabemos que el ‘cambio’ significa cambiar eso; salir de esas ideologías fundamentalistas; pasar a construir otro camino. El bienestar social no pasa por hacer negocios desde el Estado, el bienestar social se construye si garantizamos los derechos universales.

No que una parte de Colombia pueda comer y otra no. No que una parte de Colombia pueda estudiar y otra no. No que una parte del mundo rural pueda tener tierras y otra no. No que una parte de las mujeres y los hombres de Colombia puedan tener salud y otra no.

El derecho universal es para todas y para todos. El derecho universal se denomina así porque nadie puede ser excluido. Es otra manera de intentar ver las cosas. El derecho no es para quien puede pagarlo y quien no pueda pagarlo no. Eso se llama ‘Neoliberalismo’.

Esto que estamos construyendo, que se llama ‘Justicia Social’, tiene que ver con que nadie, independientemente de cuánto dinero tenga en su bolsillo, puede ser excluido. Tiene el derecho de acceder a los derechos universales.

En el fondo, las reformas que proponemos, que comienzan a discutirse en el Congreso de la República -aquí al frente-, y que se pueden convertir en leyes si la sociedad colombiana quiere, esas reformas si quisiéramos sintetizarlas. Esas reformas si quisiéramos volverlas digeribles, en un lenguaje común; comunicarlas a una sociedad que quizás no ha tenido la oportunidad de su estudio, del libro porque se lo han quitado.

A los colombianos y a las colombianas les han quitado los libros porque les han quitado la posibilidad del saber por décadas y décadas donde se destruyeron los presupuestos de la educación pública, por ejemplo.

Si quisiéramos volver simples las palabras, de lo que significa el ‘cambio’ y las reformas, podríamos sintetizarlas un poco así: ‘las reformas significan, pretenden qué un joven o una joven pueden ir a la universidad, si quieren’. Significa que un viejo o una vieja pueda tener una pensión y un plato de sopa caliente en un lugar digno para vivir. Significa que una trabajadora pueda tener estabilidad laboral y no ser acosada ni laboral, ni sexualmente para que se le prorrogue un contrato laboral de tres meses.

Significa que cualquier niño o niña de este país pueda tener en su mesa un vaso de agua potable. Significa que un campesino o una campesina pueda tener un pedazo de tierra fértil para producir alimentos para su sociedad. Significa que cualquier familia, en cualquier lugar del país, pueda tener la visita rutinaria permanente de un médico, de una médica, de una enfermera que le pueda tomar la presión a la mujer embarazada, para evitar que muera -como hoy están muriendo- o que pueda atender el niño y la niña en su desnutrición, o que puede atender al viejo, o que pueda prevenir la enfermedad.

Con esa simpleza es que podríamos decir que así se marcan las reformas que estamos presentándole al Congreso. No estamos presentando negocios hechos desde el Estado; no estamos profundizando ese camino que no trajo justicia social y que nos condujo a ser una de las sociedades más desiguales del planeta.

Lo que estamos presentando son proyectos de reforma que buscan la garantía real de los derechos universales fundamentales para la sociedad colombiana. Creemos. Creemos que así se construye la paz.

¿Qué es la paz? Un acuerdo con algún grupo armado pasa por ahí, pero sabemos que esos acuerdos son reemplazados por nuevas guerras, nuevas violencias y nuevos actores que se arman.

La violencia en general puede disminuir en Colombia si Colombia es para todas y todos los colombianos. La violencia en Colombia tiene una causa motora, no la única, pero si la fundamental, que es la exclusión que ha vivido esta sociedad, muchos de sus territorios, mucha de su población.

Es esa desigualdad permanente y profunda, que no se ve en casi ningún otro lugar del planeta tierra, la que nos ha llevado a vivir décadas de violencia permanente, casi que una violencia perpetua, casi como si fuese la manera normal de vivir de un colombiano o de una colombiana. Y, no lo es.

Violencia que se vive en campos, en regiones, pero que se nos cuela por todos los poros porque generaciones enteras, incluso, han enfermado mentalmente al vivir, al convivir, en medio del terror, en medio de la violencia, en medio de la sinrazón.

Una violencia que se mete incluso en la familia, que golpea a la mujer, que golpea al niño, que se mide en las truculencias del barrio cuando no puede haber tolerancias ni discusiones. Una vez se toma una cerveza o dos, cuando no se ve ni siquiera en las discusiones, cuando ni siquiera lo podemos sentir en la política porque la política también la convirtieron en un instrumento del odio y no del encuentro y de la reconciliación.

La violencia se nos ha vuelto casi que el diario vivir. No solamente las personas que están subyugados por las autodefensas de no sé qué o por las disidencias de no sé cuánto, permanentemente viviendo bajo las armas en regiones. Y se acostumbraron quizás al terror.

Pero la vivencia no está solamente allá. La violencia está aquí; la violencia está en los hogares; está en los barrios; la violencia está en los colegios; la violencia está en la política; la violencia se pasea por estos palacios porque no ha sido posible precisamente que Colombia les pertenezca a todas y a todos los colombianos.

Aquí hacemos un cambio, entonces. Un cambio en el camino rutinario de la violencia y de la injusticia. Hemos encontrado, quizás, una causa, un motor que expande esa violencia y esa injusticia. Se le puso un nombre que las izquierdas del mundo se inventaron: el neoliberalismo. Y tiene un sentido.

Si entregamos el Estado a los más poderosos, desde el punto de vista de la riqueza, no habrá inclusión humana. Si le entregamos el control de la salud a los más poderosos de Colombia, pues claro, que una mujer pobre, claro que un niño pobre, morirán. Porque allí no hay negocio porque no tienen con qué pagar la salud que se merecen.

Claro que sí le entregamos el país a los más poderosos de Colombia, pues no habrá educación superior para el joven, para la joven del barrio popular. Claro que sí le entregamos este país a los más poderosos, pues no va a haber tierra para el campesino y siempre pensarán que la tierra es para el que tiene el capital, y no para el que tiene el azadón.

Claro que, si le entregamos a Colombia los más poderosos, no habrá oportunidad para los más pobres, y los más pobres pueden incluso arrodillarse, pero no habrá oportunidades para ellos.

Colombia tiene que ser entregada a su pueblo, no a los poderosos. Colombia tiene una democracia y una democracia no es más que el gobierno del pueblo, dicen desde la (educación) primaria.

¿Colombia es el gobierno del pueblo? Pues el cambio consiste en que Colombia sea el gobierno del pueblo, es decir que en Colombia haya una democracia.

Por eso hoy al Congreso de la Republica le vamos a presentar tres reformas: las primeras, después de la Reforma Tributaria donde demostramos que los poderosos podían pagar impuestos más de los que pagaban, para poder construir justicia social. Ahora vienen otras tres que tienen que ver con los derechos fundamentales de la gente.

Vamos a presentar la Reforma Pensional. Una reforma a la Ley 100. En pensiones nos produjeron dos mundos, en la ley 100: unas personas cotizan en los fondos privados de pensiones, y otras personas que no logran trabajar formalmente no pueden cotizar. Ya hay dos mundos.

En el segundo mundo, donde no hay salario sino rebusque, los viejos y las viejas según la ley no tendrán pensión. Está diseñada así. Le están diciendo a la mitad de los viejos y viejas de Colombia, que nunca, nunca por más que se rebusquen, por más que vendan BonIce y papas fritas; por más días que pasen bajo la lluvia y bajo el sol; por más días que pasen solitarios trabajando; así encanezcan y las arrugas cundan por toda la piel, así la enfermedad rodee, nunca recibirán una pensión por parte del Estado y de la sociedad.

La Ley 100 dice, en el segundo grupo, que sólo los que ganen más de cuatro (4) salarios mínimos de manera permanente durante todo el tiempo que la Ley exige de semanas para cotizar, quizás tengan una pensión y una pensión para su sobreviviente. La inmensa mayoría de las personas que cotizan en los fondos privados de pensión, al ganar menos, tampoco nunca tendrán una pensión.

Y esa Ley, es decir la Ley de Pensiones, le está diciendo a la mayoría del pueblo colombiano que cuando envejezcan, que cuando hayan entregado todo de sí hasta donde era posible para sobrevivir, para hacer crecer la familia, para apostarle a la nación, no habrá pensión hasta el último día de sus días de vida.

La muerte, dice esa ley, será la pensión definitiva. Eso no es justo. Así no se construye paz porque ese mecanismo lo único que ha generado es que ese dinero de los cotizantes, guardado durante 20 ó 30 años en los bancos, bajo control y uso de los dueños de los bancos -no de los dueños de las cuentas de ahorro-, sólo enriquece a dos banqueros. Qué triste historia. Qué triste historia de injusticias: se vende y se vende la tesis de que tenemos uno de los mejores modelos pensionales consignados en la Ley 100 y ¡eso es mentira!

Desde que se aprobó dicha ley en el año 1993, yo voté en contra. Siendo por primera vez parlamentario de Colombia, muy joven, voté en contra. Desde que se aprobó lo que hemos tenido es una enorme masa de cotizantes -18 millones de personas- entregándole el dinero, todos los meses, a los dos más grandes banqueros del país.

Mientras nadie recibe pensión, qué negociazo el que se han hecho con el trabajo de los colombianos y colombianas. Treinta años unos cotizando y otros sin poder trabajar. Se han manejado hasta 300 billones de pesos; se han convertido en negocios, con eso se han comprado acciones en el Grupo de Energía de Bogotá, con eso se han hecho puentes que se caen, con eso se han hecho préstamos mayoritariamente al Estado, con una muy bajita tasa de interés.

Con eso se han enriquecido y aumentado patrimonios. Con eso se han hecho inversiones en el extranjero, siempre en propiedad de la administradora de las pensiones y no de los cotizantes, pero nadie realmente se ha pensionado durante estos 30 años. De toda esa cifra de colombianos que cotizan, tan sólo 170.000 personas nada más.

Es por ello, colombianas y colombianos, que tenemos un país desigual. La Ley 100 fue hecha para dos negociantes, pero la Ley no fue hecha para el pueblo colombiano, para el pueblo trabajador, para los viejos y las viejas de Colombia.

Es eso lo que queremos cambiar. Cambio, reforma. La reforma pensional que presentamos busca que el derecho a la pensión sea una realidad en este país. Busca, al fortalecer con las cotizaciones a Colpensiones, que se adquiera el verdadero derecho a pensionarse, para sí mismo y para la cónyuge o el cónyuge sobreviviente. Que la pensión pueda ser una realidad cotidiana para quien cumple la edad; que la pensión pueda ser en Colombia, una realidad y no simplemente un derecho. Al cruzar el llamado sistema de pilares -que en la parte de la cotización, al entregarse a Colpensiones garantice el derecho a la pensión-, si se cumplen los requisitos de ley, le liberaría al Estado colombiano, que haya asumido el pago de los pensionados del sector privado.

Mire este negocio: el Estado, es decir la sociedad toda -a través de sus impuestos- paga a los pensionados del sector privado, mientras que dos banqueros recogen las cotizaciones de los trabajadores jóvenes, que no se van a pensionar.

Si cambiamos ese sistema y hacemos que parte de la cotización vaya a Colpensiones, entonces el Estado podrá liberar lo que hoy paga a pensionados del sector privado, porque los cotizantes pagarán esa parte. Y cada peso que entre, otro peso saldrá para pagarle a los actuales viejos que hoy no tienen ninguna pensión, un bono pensional.

No es como dice la prensa, en esa búsqueda de confusión. Lo que estamos proponiendo no es que el cotizante le pague la pensión hoy, al que no siendo viejo o al que siendo viejo no tiene ya el derecho a pensionarse. Eso lo paga el Estado. Pero para que el Estado pueda hacer ese pago se necesita que el Estado no pague, lo que el cotizante sí podría pagar en este momento, que son los pensionados de Colpesiones del sector privado, porque cuando el cotizante llegue a su edad, los cotizantes jóvenes, en ese momento, también le pagaran la pensión.

Es decir que el trabajador podrá garantizar su derecho a la pensión y el Estado podrá garantizarles un bono pensional a todas y todos los viejos de Colombia, haciendo universal la posibilidad de un derecho.

Yo creo que eso es paz. Claro que los dos señores banqueros no me quieren, porque he propuesto esto. Claro que no.

Y ahí tendríamos que hacer otra reflexión, porque esos dos banqueros, que están llenos de dinero, aparecen en la revista Forbes ¿Por qué no tienen un momento de reflexión? ¿Por qué, si lo que he dicho en este discurso, es cierto -y las condiciones de la crisis mundial son tan profundas y realmente marcan una nueva fase en la existencia de la humanidad- por qué no la podemos atender y hacer un cambio mundial?

Si personas adineradas de Davos, que son más ricos que los de aquí, ya lo están diciendo; me lo dijeron en la cara; lloraban por lo que significaba la crisis climática, por ejemplo; si eso empieza a permearse… uno de los más ricos salía por las calles frías llenas de nieve de Davos con un cartelito -así como cualquier sindicalista-, diciendo: ‘Cóbrenme más impuestos’.

Si esas actitudes se empiezan a dar en el mundo, porque se sabe de la gravedad de la situación ¿por qué aquí no damos un paso hacia un pacto social de verdad? ¿por qué no se han leído el significado de las elecciones que acaban de pasar? Es que el pueblo no cambió en las urnas simplemente por una moda. ‘Dejemos que Petro llene las plazas en campaña, que después el pueblo se aburre porque pasa de moda’. No. Lo que hubo en esas elecciones fue un grito de lo más profundo de la sociedad colombiana. Que, entonces, ese mundo del poder económico debe entender, debe leer.

Me decía un empresario en Cali: ‘¿Y es que usted va a poner el socialismo?’ No. Voy a poner una democracia. Algo que se llame ‘justicia social’. Algo que pueda construir la paz ¿Qué tan difícil de entender es que, si somos uno de los países más desiguales del mundo, entonces el camino de las soluciones de nuestros actuales problemas fundamentales pasa por ser más equitativos? Pasa por ser más democráticos. Que la paz tiene los resortes de su solución en esos temas y que una parte importante para tomar esas decisiones precisamente pasa por la gente del poder económico en Colombia.

Hoy necesitamos que cedan en su egoísmo; que si ganan la mitad van a ganar muchísimo más en el futuro, porque un empresario se vuelve más rico cuando una sociedad se vuelve más rica. Que no hay que mirar en el corto plazo. Que hay que hacer los cálculos como toca. Que van a desatar la violencia y la violencia social es incontenible si no son capaces de permitir que las reformas se puedan construir en Colombia. El estallido social es como una olla a presión. Sólo las urnas permitieron tranquilidad, pero hay que leer el mensaje de las urnas: el mensaje de las urnas es el cambio. Y el cambio pasa por un cambio de pensamiento y de cultura de nuestra oligarquía colombiana y es dejar de ser oligarquía y pasar a ser democracia. Ese es el cambio. Es permitir que ni en el Congreso de Colombia ni en el Palacio de Nariño ni en los juzgados del país lo que mande sea el dinero, sino que sea el pueblo. Eso es una democracia.

Vamos a presentar también una reforma laboral. Una reforma a la Ley 50 y a la Ley 100. Las leyes del neoliberalismo ¿Qué pretendemos en la reforma laboral? Pretendemos que el día termine a las seis de la tarde, no a las diez de la noche. Pretendemos que exista un sábado y un domingo que se consideren días de descanso. Y, que, por tanto, al trabajar más allá de las seis o al trabajar un sábado y un domingo haya unas extras en el salario. Pretendemos que exista en Colombia estabilidad laboral ¿Quién le dijo al empresariado grande de este país que se podía construir una empresa más productiva sobre la base de transformar en esclavos a los trabajadores? ¿Quién dijo? El Capitalismo no crece sobre la base del trabajo esclavo. Eso es un anacronismo.

La productividad no nace de extender la jornada de trabajo, no nace de intensificar el trabajo de la gente, nace de vincular el saber a la producción. Ese camino que era el del Siglo XX es el que nos están haciendo recorrer ahora en Colombia. Conducir a la esclavitud a la gente. Ahí salió el Índice de Condiciones Anómalas de Trabajo, de extensión de la jornada laboral en los países de la OCDE y ¡qué pena! Colombia quedó en el último lugar, junto con Turquía. Es decir, que de los países de la OCDE somos las sociedades donde más se explota al pueblo trabajador, que es el que produce la riqueza. Un camino facilista donde se creen que las ganancias de corto plazo pueden reemplazar a las de largo plazo.

El camino real de expansión del Capitalismo pasa por expandir el saber y el conocimiento y lograr que toda la juventud pueda estudiar y vincular ese saber a la máquina, que es lo que hace elevar la productividad, pero no. En Colombia ni siquiera ese Capitalismo es visto. En Colombia lo más fácil fue poner unos contratos de tres meses por medio de los cuales abusan laboral y sexualmente de las mujeres de Colombia que quieren trabajar.

Una sociedad machista que hace que el machismo se traduzca en capitalismo de la peor calaña. Porque, entonces, ahora el empleador tiene en sus manos la estabilidad laboral de la mujer ¿Cómo así? No hay sino que ver las oficinas públicas pero también, y allí no se cuentan, las factorías privadas para observar a diario, y de manera cotidiana, cómo se subyuga a la mujer usando sus necesidades laborales. Porque una reforma laboral del año 1993 o 1994 la condenó a estar sujeta, la condenó -a través del patrón- a tener contratos de tres meses, la condujo a la dominación no sólo del hombre sino del patrón: ‘Te doy este contrato de tres meses pero si no pasa esto, no habrá un nuevo contrato’. Eso no se llama dignidad. Así no se construye productividad. Así una Nación no construye su riqueza. La productividad nace del saber en el siglo XXI y no de la explotación laboral, por lo tanto, la reforma que vamos a presentar a esa Ley 50 trata la ‘dignidad’ del trabajador y de la trabajadora. Trata de la estabilidad laboral.

Es que, si el mundo del trabajo es más estable, las empresas son más estables. El trabajador y la trabajadora llegan a querer la empresa de la cual no son propietarios. Llegan a aportar su vida a un enriquecimiento más estable, que debería repartirse entre mejores salarios y mejores ganancias, por tanto. Ganancia y salario no son un juego de suma cero. En el capitalismo aún se pueden crecer ambas, si a la producción se vincula el conocimiento. Y ya presentaremos una reforma laboral en función de la universidad y el conocimiento.

Y finalmente, hemos presentado la reforma a la salud. También es una reforma a la Ley 100. Trata unos temas fundamentales. El Covid-19 en todo el mundo nos dejó una enorme lección. Esa lección tiene que ver con que si no hay un sistema de prevención de la enfermedad somos más vulnerables a la muerte.

Colombia nunca ha tenido un sistema preventivo de salud. Ni antes de la Ley 100 ni después de la Ley 100. Hay críticos que dicen: ‘Es que ustedes nos quieren llevar a los tiempos de antes, a los tiempos de la salud estatal de antes de la Ley 100’. Pues yo tengo que decirles que ‘tampoco’, porque antes de la Ley 100 nunca hubo un sistema de prevención de la enfermedad en Colombia. Eso no ha existido en nuestro país. Y lo queremos construir. Algunas experiencias hemos tenido en algunas ciudades. Bogotá fue una, Medellín otra. Pequeñas experiencias de lo que significa prevenir la enfermedad antes que curarla. El dicho popular tiene mucha sabiduría: ‘Es mejor prevenir que curar’. Pero en Colombia nunca hemos hecho prevención.

Prevenir significa que la casa tenga cerca a médicos, medicas, servicio de salud. Y la casa no es solamente (el barrio bogotano de) Chapinero. Para Colombia, la casa puede ser una vereda alejada. Puede estar en la selva, puede estar en el desierto de La Guajira, puede estar frente al océano Pacifico, puede estar en el barrio pobre de la ciudad. Allí también tiene que estar cerca el médico, la médica, el servicio de salud. Eso no lo tenemos hoy. Hoy la salud se ha fragmentado de acuerdo a la capacidad de pago, como todo negocio. Hoy tiene salud buena, servicios de salud excelentes quien puede pagarlos. Hoy no hay sino que mirar el mapa de Colombia y ver dónde están los hospitales, las clínicas, los consultorios, las EPS.

Hoy no está en todo el mapa de Colombia. Hoy está donde hay mercado, donde hay capacidad de pago. Hoy está en Chapinero, se puede extender un poco, quizás no tanto al Centro, pero sí a algunos barrios más allá del occidente. Pero no está en el Amazonas, no está en el Guaviare, no está en La Guajira no está en Ciudad Bolívar ni en Usme, ni en Bosa.

En las veredas de Colombia no hay salud. Para el mundo rural de este país no está. No está en el Pacífico, no está en los pueblos del Caribe, no está en el Cauca. Y eso hace que, entonces, la muerte sea más para unos que para otros. Veíamos las estadísticas del Covid: ¿quiénes murieron más? Murieron más los pobres; y no porque sean más sino en per cápita. La enfermedad del Covid arrasó cuando más pobre eras. Y eso lo descubres en otras circunstancias: cuando mueren los niños por desnutrición ¿qué niños mueren? Los de los territorios pobres de Colombia. Cuando muere la mujer embarazada porque no la cuidaron y que se llama ‘tasa de mortalidad materna’ ¿en qué sector social mueren más las mujeres porque no fueron atendidas durante su embarazo? Mueren en unas EPS que se llaman EPS subsidiadas; del régimen subsidiado.

Y yo leo ahí las normas y me dicen las leyes que esas EPS tenían que atenderlas ¿Por qué no las atendieron? ¿Por qué, si miro las estadísticas de la OCDE, Colombia queda en el último lugar por el número de mujeres embarazadas que mueren por no ser atendida y, de lejos, tres veces más que el penúltimo lugar? ¿Y a eso le llaman ‘el mejor sistema de salud del mundo’? Depende. Depende si es en Chapinero o si es en La Guajira. Y no se trata de desmejorar el servicio de Chapinero. En la reforma, hemos presentado soluciones. Se trata de mejorar el servicio en La Guajira, en Guaviare, en Chocó, en Tumaco, en el Amazonas, en Ciudad Bolívar, en Usme, en el norte de Medellín.

Se trata de que el servicio de salud le dé iguales posibilidades de vida a quien tiene dinero que a quien no lo tiene; que no puede ser organizado por el mercado, porque todo mercado, por más simple que sea -el de camisas, siempre se podrá comprar una camisa si tienes el dinero en el bolsillo. Si no, no la podrás comprar-.

La salud no puede ser eso. Porque entonces ¿en dónde queda el derecho a la vida? La salud no puede ser que la tienes, si tienes la plata en el bolsillo, y no la tienes, si no tienes con qué pagar. Por eso es que tenemos un régimen subsidiado que entrega una salud de pobres. Y por eso tenemos una salud del contributivo, que entrega una salud de clase media. Y por eso tenemos unas prepagadas que entregan una salud de ricos.

Hay una salud para cada sector social e, incluso, ni la subsidiada llega a los lugares más pobres de Colombia. Es decir que la muerte está fragmentada socialmente en Colombia, que la muerte se divide y, entonces, pega menos donde hay dinero y pega más donde hay pobreza. Eso no es un sistema de salud que garantice el derecho universal y que nos garantice la paz. Por eso, lo que se ha presentado es una reforma que comienza porque la fuerza de la salud se disgregue en todo el territorio nacional, para atender tanto al pobre como al rico, a través de un sistema preventivo que vaya hasta la casa, que si hay que coger lancha, que si hay que coger avioneta, lo hacemos. Porque lo primero es la gente.

Nos dicen las críticas que no se puede organizar el territorio de tal manera, que por cada veinte mil personas puede haber equipos de salud organizados, visitando permanentemente, rutinariamente, cotidianamente los hogares para ver el estado de salud porque no hay el suficiente número de médicos y enfermeras. Y tienen razón. Cómo será la dejación en que han dejado el servicio de salud en Colombia que el sistema educativo no gradúa al suficiente número de médicos y enfermeras.

Por eso, en el proyecto de salud está que el Estado empezará a abrir facultades de medicina y enfermería en el territorio nacional. No va a ser en el norte de Bogotá, va a ser en Bosa, en Ciudad Bolívar, va a ser en La Guajira, en el Chocó. Es que a la población hay que crearle las capacidades para resolver sus problemas ¿Desde cuándo acá, entonces, en el Chocó no puede haber una facultad de medicina o de enfermería? ¿Desde cuándo acá no lo puede haber en La Guajira? Si es que así es cómo lograremos que una fuerza de salud profesionalizada atienda a la totalidad de la población colombiana.

El ministro de Educación, Alejandro Gaviria, tiene la indicación clara para que se abran facultades de medicina y enfermería en todo el territorio nacional. Y claro, dirán los jóvenes: ‘Pero, hermano, ¿cómo vamos a estudiar medicina, que cuesta mucho trabajo y estudio, si cuando uno sale le pagan una limosna en cualquier clínica? Contratos de tres meses’. La enfermera dirá lo mismo.

Pues para eso la Reforma a la Salud que hemos presentado. Porque esos médicos y médicas de los centros de atención primaria cubrirán todo el territorio nacional, para tener un fuerte sistema de prevención y de atención primaria, para intentar prevenir la enfermedad, para disminuirla y, por tanto, disminuir sus costos.

Será pago del presupuesto nacional y del sistema contributivo. No serán contratistas. Habrá una carrera de la salud, serán trabajadores oficiales, empleados oficiales, serán y tendrán estabilidad laboral, así estén trabajando en la clínica o en el centro de atención primaria privado.

Se acaba la ‘contratación basura’ en el sistema de salud de Colombia, porque para la gente, para que la gente sea tendida con profundidad, sea atendida no en tres minutos cuando tiene cáncer, sea atendida profesionalmente con lo que nos da el saber y la ciencia actual, entonces la fuerza de la salud tiene que tener protección social; tiene que tener salarios dignos; y, tiene que tener estabilidad laboral, cosa que hoy no tiene.

Y entonces nos dirán: ‘Y ¿qué pasa si aparece el enfermo?’ Oía ahí o leía las críticas: ‘Es que tendremos un sistema de baja complejidad y cambiaremos el de alta complejidad que hoy tenemos por el de baja’. El sistema de prevención es de baja complejidad, pero es eficaz y es eficaz porque disminuye la enfermedad.

Ahora. Indudablemente la enfermedad aparecerá, pero esa enfermedad será tratada en clínicas y hospitales organizados regionalmente, también. Lo que vamos a tener es una territorialización de la salud.

Una familia que tiene a un miembro inscrito en una EPS y a otro en otra no va a ser bien atendida porque la salud es familiar, es barrial, es territorial. Las condiciones de la enfermedad tienen que ver con las condiciones del hábitat del ser humano, si el aire es malo, si no hay agua potable, si la nutrición no llega. Territorializar la salud significa territorializar a los prestadores de salud, a las IPS, los hospitales y clínicas.

Y ¿qué pasará entonces con el pago de las personas que se enferman y tienen los servicios de la clínica y el hospital? Que no los pagará una EPS. Los pagará en un solo Fondo Único del Estado colombiano porque el dinero es público. Lo pagará de manera directa al hospital, a la clínica, sea ésta pública o privada.

Veámoslo: ¿qué es lo que sucede hoy y por qué se arruinan los hospitales y las clínicas? ¿por qué cuando pasan los días y los años vemos que el hospital tal se cierra, que la clínica tal se cierra? ¿Por qué la ciudad de Bogotá vio cerrar en el año 1998 el hospital San Juan de Dios, que fue el primer hospital de Colombia, el centro de la investigación de la salud pública de América Latina, la cuna de la generación de médicos y médicas que hoy envejecen y que fueron de lo mejor en Colombia y muchos de los mejores del mundo?

¿Por qué vimos cerrar la cuna de la salud en Colombia, el San Juan de Dios, y, posteriormente, el Lorencita Villegas de Santos, y así uno tras otro, hospitales y clínicas, ¿unas poderosas otras débiles?

Porque en el mundo de la Ley 100 se hicieron cálculos, negocios, que esos negocios tenían que ver con que se le dejaba unas EPS, que no son las clínicas y los hospitales, sino unas entidades intermediarias, algunas públicas, muchas privadas.

Se les dejaban dinero público y la posibilidad de tener ganancias manejando el dinero público. Había unos ingresos que dependían de los afiliados ¿qué número de afiliados tienes? Tanto dinero público tendrás y, por otro lado, unos gastos que tenían que ver con los costos de salud de los afiliados.

¿Qué hacía la EPS en su negocio? Los afiliados nunca tuvieron prevención, nunca invirtieron en la prevención de la enfermedad. Había cierta tendencia a que era mejor a que el afiliado se enfermase, por eso a muchos hombres maduros no se le hacían exámenes de próstata y por eso a muchas mujeres embarazadas no se le medía la tensión.

Y los enfermos eran conducidos a las clínicas y a los hospitales, y ellos tenían que poner el servicio y, por tanto, el gasto se creaba: el gasto laboral, el gasto en medicinas, el gasto de la operación si era el caso, pero la plata no le llegaba, la plata se quedaba en la EPS. Tomaban la factura y miraban y pasaban los meses porque entre más tiempo durara la plata guardada, plata del Estado, más ganancias se podían hacer.

Y le decían al hospital: ‘oigan ¿por qué puso ese procedimiento? y éste, y éste… y el médico se fue acostumbrando a hacer procedimientos baratos; y la sociedad colombiana se fue acostumbrando a que no se trataba su enfermedad con los procedimientos que la ciencia indicaba sino con los procedimientos baratos.

Y entonces se distanciaban las citas. Y la señora con síntomas de cáncer en el seno, tenía que esperar seis meses, siete meses hasta que la viera un especialista, y muchas veces la señora moría, o era ya irremediable la enfermedad.

¿Y esas demoras qué sentido tenían? Ganar más. Y esa ganancia ¿para dónde iba? Algunos para comprar clínicas y hacer clínicas privadas; otros, para comprar aviones y pasear a la novia en París ¿Y qué pasaba entonces con las clínicas y hospitales que había? Cerraban. Porque no les pagaban y el déficit las quebraba. Y por eso fuimos perdiendo a la Red Pública Hospitalaria en Colombia. Por eso se fue privatizando el servicio de salud, y por eso muchas de las clínicas que hoy tenemos simplemente son propiedad de quienes hicieron negocios.

Por eso las clínicas no están en el barrio pobre, ni en la zona pobre, ni en el territorio pobre, sino en los lugares donde hay capacidad de pago.

Bueno. Lo que propone esta Reforma es que, a las clínicas y a los hospitales de Colombia, públicos y privados, se les paga directamente sin pasar por una EPS, a partir del Fondo Público de la Salud.

Y al final, lo que tenemos entonces son tres reformas. No las únicas ni las últimas. Tres reformas que buscan garantizar los derechos universales de la gente, laborales, en salud y pensionales. Tres reformas que buscan más justicia, que la gente pueda acceder en igualdad de condiciones al ejercicio pleno de sus derechos fundamentales, como ordena la Constitución.

Es el Congreso de la República el que tiene la última palabra y después, quizás, el poder judicial. Aquí cumplimos una responsabilidad inicial que es hacer las reformas y presentarlas a la discusión pública, al debate, al Congreso de la República. Dictador me llaman, cuando hemos dejado nuestra obra en manos del Congreso de Colombia, como una democracia lo requiere.

Pero lo que sí debo advertir es que si por alguna circunstancia, las reformas entrabaran en Colombia, lo único que están haciendo es construir, no los caminos de un pacto social, no los caminos de la paz. Aquí se está probando una fase de la historia de Colombia. En medio de tanta violencia aquí hemos hecho un paréntesis, que el pueblo colombiano quiso hacer en las urnas.

Aquí lo que se está proponiendo es un pacto, no sobre la base de que el pueblo se arrodilla, para que nadie cambie, para que nada cambie. No. Aquí lo que se propone es un pacto social, para que la oligarquía colombiana ceda en sus privilegios y permita construir una democracia y la paz. No hay mucho tiempo para ese pacto, quizás mis palabras sean tomadas como una necedad, no como el aprendizaje de la historia de Colombia.

Quizás se repitan los hechos de 1948, cuando detuvieron la Revolución en Marcha. Quizás, quizás en los círculos del poder económico se tejan mecanismos para impedir, a partir del dinero, una época de cambios en Colombia. Si eso es así, sólo hay que recordar los sucesos del año 1948, detener la Revolución en Marcha condujo al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y a una violencia que aún no termina.

Ya van 75 de años de violencia permanente en Colombia. No atendemos las lecciones de la historia; queremos repetirla o podemos -como hicieron los franceses, como hicieron los españoles, como terminaron haciendo los alemanes, como hicieron los pueblos de los Estados Unidos después de matarse entre sí, como hizo la humanidad occidental después de hacer dos guerras mundiales y asesinarse entre sí por decenas de millones-, hacer un pacto social.

Un pacto que permita ver otra época. Un pacto que permita que este país encuentre algo que es natural, en muchos pueblos del mundo: la democracia y la paz. Es que no es mucho lo que pedimos. No estamos pidiendo el socialismo y el asalto al cielo; ni una sociedad utópica que no sabemos ni como construir. Otras generaciones lo harán, quizás, las que ya nazcan.

Pero aquí lo que estamos pidiendo es algo simple, que la mayoría de la humanidad ha alcanzado a partir de sus luchas. Lo que queremos es democracia y paz. Y por eso yo invito, como lo hice en la posesión y en la campaña, a esta oligarquía colombiana, a este mundo del poder económico, a tener un acto de generosidad. A un momento en donde es posible pensar en menores privilegios de hoy para obtener muchísimas ganancias en el mañana; siempre acompañados de una sociedad mucho más rica, mucho más plena, mucho más sabia. Una sociedad que no se mate entre sí y que pueda crecer, como todas las sociedades, dentro de la humanidad.

Es un acto de generosidad. Permiten las reformas de Colombia si no es al pueblo de Colombia al que le corresponde profundizar esas reformas hasta donde ustedes digan. Nosotros aquí estamos listos. Nosotros aquí estamos listos hasta donde ustedes digan, hasta donde ustedes quieran.

Quizás haya funcionarios que no den la talla. Aquí traemos una inercia de décadas burocráticas para evitar resolver los problemas al pueblo. Quizás tengamos dificultades de todo tipo, pero algo que es claro, algo que debemos tener en cuenta en todo el país -para toda la gente que hoy salió a marchar y a la que aún no marcha-, es que el cambio no consiste solamente en ganar unas elecciones sino en movilizarse permanentemente.

Yo no quiero una sociedad doblegada al Gobierno. No quiero una cooptación del movimiento social. Lo que quiero es que haya movimiento social; lo que quiero es que exista una sociedad viva, la sociedad que se mueve es la sociedad que está viva. La sociedad que se aquieta es la sociedad que se muere. Aquí llegó el momento de levantarse: el Presidente de la República de Colombia invita a su pueblo a levantarse, a no arrodillarse, a convertirse en una multitud consciente de que tiene en sus manos el futuro… el presente; que puede tener en sus manos el poder.

Quiero a una sociedad colombiana empoderada, independiente del Gobierno. Si fallamos ¡pasen por encima de nosotros! Si lo logramos, le entregaremos a estas generaciones que vienen un país digno, un país con historia, un país con la frente en alto, un país que convierte en realidad sus derechos, la justicia social y la democracia.

Sólo una sociedad que se mueve podrá construir una Colombia potencia mundial de la vida.

Gracias muy amables

(Fin/dlg/gb/epr/mgg/cs)

*PN Palacio de Nariño

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