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Por Carlos E. Lippo
Es casi una
verdad de Perogrullo el decir que desde inicios del siglo XX, cuando el petróleo ya comenzaba a perfilarse como el insustituible recurso estratégico que todavía es y parece que seguirá siendo durante muchísimos años, Venezuela ha venido estando en la mira de las transnacionales petroleras, ávidas de usufructuar sobradamente nuestras reservas obteniendo los mayores beneficios.
Una muestra de ello es que ya en 1901 la New York & Bermúdez Co., subsidiaria de la General Asfalt de Filadefia y beneficiaria de una concesión de explotación y comercialización en el lago Guanoco, el mayor reservorio de asfalto del mundo, financió el movimiento armado del banquero Manuel Antonio Matos, cuyo propósito era defenestrar al General Cipriano Castro, presidente de la república en aquel entonces, quien había entrado en conflicto con dicha empresa por estar ella operando ilegalmente ya que la concesión le había sido revocada por graves incumplimientos desde 1899 (1).
A pesar de haber sido derrotado ese movimiento armado, la New York and Bermúdez Co., inmersa en un litigio con el gobierno venezolano durante los años subsiguientes, siguió conspirando con el apoyo descarado de su gobierno que inclusive llegó a romper las relaciones diplomáticas, hasta el momento en el cual el general Juan Vicente Gómez, vicepresidente de la república, se apodera de la primera magistratura en diciembre de 1908, aprovechando la ausencia del General Castro, quien había tenido necesidad de ausentarse de la patria por motivos de salud. Que el gobierno estadounidense estuvo involucrado en este primer golpe de estado exitoso del siglo XX venezolano es algo que no admite discusión alguna a partir de la presencia de buques de guerra estadounidenses en aguas del principal de nuestros puertos, con la anuencia de quien ejercería un poder omnímodo en el país por los próximos 27 años.
Con la larga dictadura entreguista de Gómez se inicia la penetración intensiva del capital petrolero transnacional por medio de diferentes filiales de la Royal Dutch Shell (Inglaterra y Holanda) y de la Standard Oil of New Jersey y la Gulf Oil Company (USA), entre otras, que operan a lo largo de casi un siglo bajo distintas legislaciones, elaboradas por ellas mismas o consensuadas ampliamente con ellas, hasta la promulgación de la Ley de Hidrocarburos de 2001, adecuada a la Constitución de 1999, cuyo artículo 303, aún con sus limitaciones, señala que: “Por razones de soberanía económica, política y de estrategia nacional, el Estado conservará la totalidad de las acciones de Petróleos de Venezuela, PDVSA., o del ente creado para el manejo de la industria petrolera…” , conjurando así la amenaza de privatización abierta o encubierta de al menos parte de nuestras reservas, promovida por los intereses petroleros transnacionales desde comienzos de los noventas del siglo pasado.
A lo largo de ese período, dichas empresas y otras más que fueron llegando, no se contentaron con explotar nuestras reservas derivando ingentes beneficios, aún después de la “nacionalización” de 1975, propuesta por ellas y acordada con el gobierno de Carlos Andrés Pérez, sino que promovieron golpes y/o crímenes de estado cada vez que los sucesivos gobiernos formularon alguna reforma legal que intentase aumentar la participación fiscal del estado en la explotación petrolera. Tales fueron los casos de:
El golpe de estado que derrocó al presidente Isaías Medina Angarita en 1945, a causa de la promulgación de la Ley de Hidrocarburos de 1943, que consagraba aumentos significativos de la participación fiscal del estado.
El golpe de estado que derrocó a Rómulo Gallegos, presidente constitucional de la república, por no acceder a la modificación de un decreto del gobierno anterior, promulgado el 31 de diciembre de 1945, según el cual se elevaba al 50 % de los beneficios de las empresas, el monto a pagar por concepto de impuesto sobre la renta; lo que se llamó en ese tiempo el “fifty-fifty” petrolero.
El magnicidio perpetrado en la persona del presidente de la Junta Militar de Gobierno que sucedió a Rómulo Gallegos, coronel Carlos Delgado Chalbaud, en noviembre de 1950, por haber ordenado traducir al idioma farsi (persa) nuestra Ley Orgánica de Hidrocarburos, que siendo asumida por el gobierno revolucionario iraní de Mohammad Mosaddeq nacionalizando las reservas en 1951, provocó también su derrocamiento con la participación de la British Petroleum Co., en 1953.
Mención especial, por haberse producido con posterioridad a la promulgación de la Ley de Hidrocarburos de 2001, merecen los siguientes hechos:
El golpe de estado de abril de 2002, que derrocó al presidente Chávez por un lapso de 47 horas y derogó la constitución de 1999, generado por las disposiciones nacionalistas de la Ley de Hidrocarburos del 2001, y en el cual la presencia comprobada de naves y aeronaves estadounidenses en nuestro mar territorial y en nuestro espacio aéreo es más que suficiente para demostrar la participación directa del imperio.
El paro-sabotaje petrolero de 2002-03, con participación protagónica de una empresa vinculada a la CIA llamada SAIC y de la llamada “meritocracia” petrolera, surgida a raíz de la “nacionalización” de 1975, subordinada a las transnacionales dentro de ese “estado dentro del estado” que era PDVSA, hasta la llegada de Hugo Chávez a la presidencia y que generase pérdidas a la nación del orden de 20.000 millones de dólares estadounidenses.
Las absurdas demandas legales incoadas ante instancias internacionales de comercio por la Exxon Mobil y la Conoco Phillips, ambas estadounidenses, al negarse a aceptar el nuevo régimen impositivo y de participación accionaria impuesto por la Reforma de la Ley de Hidrocarburos de 2006 para la constitución de empresas mixtas de PDVSA para la explotación en la “Faja Petrolífera Hugo Chávez”; siendo oportuno señalar que 31 de las 33 empresas transnacionales que optaban a formar esas empresas mixtas, entre las cuales se encontraban, a título de ejemplo, Chevron (USA), BP (Reino Unido), Total (Francia) y Statoil (Noruega) (3), sí estuvieron de acuerdo con los parámetros económicos establecidos por el estado venezolano para realizar la compra de sus acciones y que todas las demandas introducidas han sido resueltas a favor del estado.
Es a la luz de este amplio prontuario delictivo y de la presencia de Rex Tillerson, ex director ejecutivo de la Exxon Mobil hasta diciembre de 2016, al frente de la secretaría de estado de EE.UU., que nos resultan totalmente incomprensibles unas declaraciones de Thierry Meyssan, el conocido activista antiimperialista fundador de la Red Voltaire, en su reciente paso por Venezuela durante el mes de mayo, en pleno auge de aquellas acciones terroristas de la contrarrevolución que coordinadas y financiadas por el imperio generaron más de 150 muertos, cerca del millar de heridos y cuantiosas pérdidas materiales a lo largo de casi cuatro meses.
En dichas declaraciones Meyssan, que también plantea el mismo tema en un artículo de su autoría publicado en dos entregas (4) (5), se hace la pregunta de si es el petróleo la causa real de la guerra que nos viene aplicando el imperio desde hace años y en la cual están inscritas las acciones terroristas descritas en el párrafo anterior, para luego responderse a sí mismo diciendo que: “… el objetivo de Estados Unidos no es derrocar los gobiernos progresistas (Libia y Siria, por ejemplo), ni robar el petróleo y el gas de la región sino destruir los estados, hacer retroceder sus pueblos a los tiempos de la prehistoria, a la época en que “el hombre era el lobo del hombre””.
Para luego entrar en flagrante contradicción al decir: “Para el imperialismo se trata de dividir el mundo en dos: una zona estable que goza de los beneficios del sistema y otra zona donde el caos alcanza proporciones tan espantosas que nadie piensa ya en resistir sino sólo en sobrevivir, zona donde las transnacionales pueden extraer las materias primas que necesitan sin rendir cuentas a nadie”.
Sería lógico asumir entonces que el gobierno formal del imperio busca ante todo entrar en posesión de los recursos naturales de cualquier país para satisfacer la voracidad de las empresas que lo sustentan y que para lograr ese objetivo no le inquieta en modo alguno destruir el estado-nación de ese país, tal como ha ocurrido en Irak, donde se espera que la producción de petróleo alcance los 5 millones de barriles diarios para fines de este año (6) y en la masacrada Libia, cuya producción alcanza ya a los 682.000 b/d, lo que representa una tercera parte de lo que producía en el 2011 (7)
Me pregunto si lo que persigue este brillante analista, de ordinario tan lúcido, es sacar del foco de nuestra atención a las transnacionales petroleras, dificultándonos el diseño de estrategias tendientes a neutralizar tan formidable enemigo, sin tener que llegar a medidas tan extremas como la del incendio de los pozos, ya anunciada por los trabajadores de nuestra industria petrolera, ante la supuestamente negada opción de tener que entregárselos al invasor imperial.
En apoyo a la tesis de que el petróleo sigue siendo el mayor interés que persiguen los Estados Unidos en Venezuela, tesis que nosotros compartimos, podemos citar un señalamiento del portal de filtraciones estadounidense WikiLeaks, de hace pocas semanas (8), según el cual, si la historia clasificada del departamento de estado sirve de guía, “…el interés número uno de EE.UU. en Venezuela es el petróleo”.
Ya para concluir debo decir que estando muy lejos de ser un experto sobre la materia soy capaz de identificar que existen al menos tres razones para que Venezuela esté hoy, más que nunca, en la mira de las transnacionales petroleras:
• La existencia de tecnologías maduras capaces de permitir una elevación del 20 % al 40 % del factor de recobro de la Faja Petrolífera Hugo Chávez, con lo cual nuestras reservas probadas actuales de 300.000 millardos de barriles (las mayores del mudo) (9), pasarían a situarse en unos 600.000 millardos.
• El hecho de que las reservas de petróleo convencional de los Estados Unidos siguen en declinación acelerada y que la explotación de las reservas de petróleo de esquisto, bastante menores que las que se estimaron hace algún tiempo, se hace cada vez menos viable con la tecnología actual, en atención a los extremadamente elevados costos ambientales asociados.
• La circunstancia de que Rex Tillerson, enemigo comprobado de Venezuela desde sus tiempos de director general de la Exxon Mobil, esté dirigiendo la política exterior del imperio en su condición de secretario de estado de la administración Trump.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!
(1) http://www.igvsb.gob.ve/documentos/soc_pet.pdf
(2) http://comitesocialista.blogspot.com/2012/12/apuntes-en-5-tiempos-nacionalizacion.html
(3) http://www.investigaction.net/es/la-inminente-amenaza-que-la-exxon-mobil-representa-para-venezuela/
(4) http://www.15yultimo.com/2017/08/17/es-por-petroleo-la-guerra-contra-venezuela/
(5) http://www.15yultimo.com/2017/08/30/es-por-petroleo-la-guerra-contra-venezuela-ii/
(6) https://www.voanoticias.com/a/irak-petroleo-aumenta-produccion-finales-de-2017-crudo-anuncio/3793187.html
(7) https://www.efe.com/efe/espana/economia/libia-eleva-a-685-000-barriles-su-produccion-diaria-de-crudo/10003-3138181#
(8) https://www.telesurtv.net/news/Wikileaks-EE.UU.-persigue-el-petroleo-de-Venezuela-20170802-0036.html
(9) https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Pa%C3%ADses_por_reservas_probadas_de_petr%C3%B3leo
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Caracas, septiembre 06 de 2017
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J. Manuel Arango C. Iván M. Arango P.
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